Giuseppe Tornatore nació el 27/05/1956 en Italia.
Después de poner en escena, con tan sólo dieciséis años, unos textos de Pirandello y Eduardo con una compañía de actores aficionados, se acercó al cine rodando documentales (uno de los cuales, “Le minoranze etniche in Sicilia”, le valió un premio en el Festival de Salerno) y trabajando para la televisión (para la RAI realizó “Ritratto di rapinatore”, “Diario di Guttuso”, “Scrittori siciliani e cinema: Verga, Pirandello, Brancati, Sciascia”).
En 1984 dirigió la segunda parte de “Cento giorni a Palermo” de Giuseppe Ferrara y, dos años más tarde, hizo su debut en la dirección con “Il camorrista”, retrato de fuertes tintes de un boss del hampa de Nápoles: una obra sólida e inspirada, donde se combinan acertadamente reflexión política y secuencias espectaculares. Sin embargo, fue con su película siguiente cuando el joven cineasta consiguió éxito y reconocimientos, gracias también a la inteligente producción de Franco Cristaldi: “Cinema Paradiso (Nuovo cinema paradiso)” (1989), premiado en Cannes con el Gran premio especial del jurado y en Hollywood con el Oscar a la mejor película extranjera, es un recuerdo agridulce ambientado en un pequeño pueblo de Sicilia en los años 50 y un homenaje conmovedor al cine de antaño, entre besos censurados por el cura, salas con asientos de madera y nubes de humo de tabaco.
Estaba en la cresta de la ola, pero Tornatore decepcionó con “Están todos bien (Stanno tutti bene)” (1989), la historia de un jubilado que cruza Italia de sur a norte para visitar a sus hijos, a medio camino entre moralismo y tópicos. Le fueron mejor las cosas con la siguiente “Pura formalidad (Una pura formalità)” (1993), una película policiaca psicológica de tintes metafísicos, que se valía de la afinada interpretación de Gerard Depardieu y Roman Polanski.
Tras el poco convincente episodio “Il cane blu” de la apresurada “La domenica specialmente” (1991), la película “L’uomo delle stelle” (1995) marcó una vuelta a la Sicilia del pasado, donde en la inmediata posguerra un buscavidas organiza falsos castings cinematográficos de pago, para sacarle el dinero a la pobre gente de los pueblos más pequeños. Al público tampoco pareció gustarle mucho, así que Tornatore decidió jugar la carta de la superproducción: “La leyenda del pianista en el Océano (La leggenda del pianista sull’Oceano ” (1998) adaptó de manera redundante el monólogo de Alessandro Baricco “Novecento”, con resultados que suscitaron más de una perplejidad.
También la película “Malena” (2000) se desarrolla en Sicilia, esta vez en 1940: es el relato de la obsesión erótica de un chiquillo por una joven viuda de guerra; tiene momentos logrados, pero en su conjunto no logra retratar en detalle una época y una mentalidad, como era probablemente la intención del autor.
fuente: http://www.italica.rai.it/esp/cinema/biografias/tornatore.htm