Radu Mihaileanu nació el 23/04/1958 en Rumania.
Radu Mihaileanu nació en Bucarest en 1958 en el seno de una familia judía en la que se habla yiddish. Su padre, Mordechaï Buchman, es comunista y periodista. Al volver de los campos de trabajo nazis, cambiará su nombre por él de Ion Mihaileanu, dándole una irreprochable consonancia rumana. Con ese nuevo patrónimo, escribe la historia de dos jóvenes enamorados combatiendo el régimen fascista en la Rumania del 1940, el guión de Duminica la ora 6, primer largometraje de ese otro director exiliado en Francia, Lucian Pintilie. A partir de 1980, Radu Mihaileana huye él también de su país bajo la dictadura de Ceaucescu. El jóven trabaja en una compañía teatral como actor, dramaturgo y director y prepara desde Bucarest su entrada en la IDHEC.
Pasando por Israel, se va a Francia e integra la escuela (hoy FEMIS). Empieza una carrera de asistente del director con Marco Ferreri (I love you ,1986 y Como sono buoni i bianchi, 1988), con el que co-firma el guión de una película producida para la televisión(Le BanquetLes saisons du plaisir, 1988), Fernando Trueba (El Sueño del mono loco, 1990), Nicole Garcia (Un week-end sur deux, 1990) y Edouard Niermans (Le retour de Casanova, 1992). Hasta la escritura y la dirección de Trahir en 1993.
En 1998, El tren de la vida, su segundo largometraje le asegura un reconocimiento internacional (nominación en los Oscars en las categorías de mejor guión y mejor actor, premio Fipresci en Venecia, premio del público en Sundance, David di Donatello de la mejor película extranjera).
Con El tren de la vida, la voluntad de documentar la historia se apoya otra vez en Ion Mihaileanu y sus descripciones de pueblos judíos de Europa Central. El tren de la vida cuenta la epopeya de una colectividad que, para escapar a la deportación, se deporta a ella misma. Ese plan extraordinario organizado por Schlomo, el loco del pueblo, lleva a toda la comunidad al secreto y a la disimulación, en un juego de rol en él que las víctimas parodian a sus verdugos. Radu Mihaileanu lo ha repetido en varias ocasiones: su película es un homenaje a los muertos y a los supervivientes, un acto de resistencia a la cara de los últimos nazis que siguen respirando bajo algún cielo de América del Sur.
A la manera de Trahir, el tercer largometraje de Radu Mihaileanu extrae de un destino colectivo una trayectoria individual. En exilio de él mismo y de su país, un niño etíope crece con un malentendido que le salva la vida: se le cree judío.